La muerte de Atilio Veronelli sorprendió a muchos. De su imaginación fabulosa surgieron guiones para Antonio Gasalla, Juana Molina y Moria Casán y como un auténtico multitareas además escribió las letras para los musicales de Susana Giménez, entre ellas la recordada «Detrás de todo solo hay una mujer». Actor, comediante y director teatral, Veronelli fue un referente del humor argentino, pero detrás de ese hombre que provocaba carcajadas se ocultaba una herida que le atravesaba el alma.
En el 2011 uno de sus hijos murió a los 18 años cuando se cayó de una moto. Desde ese momento sintió que le «sacaron una parte de adentro». Su corazón se rompió y no solo en el sentido poético. En el 2014 afrontó una compleja cirugía de corazón donde le colocaron ocho stents y en el 2022 tuvo dos infartos.
Para Veronelli el peor momento de su vida tenía una fecha precisa: 21 de septiembre de 2011. Ese día murió Carlos, su hijo de 18 años. «No fue exactamente un accidente. Se cayó de una moto y el amigo, como tenía problemas con los papeles, se fugó, se escondió, escondió la moto y después llamó al auxilio. Y a Carlos lo tuvieron tirado en el piso no sé cuánto tiempo», recordó en el ciclo Algo que contar, el ciclo de entrevistas de Agustina Kämpfer en la señal IP.
El 21 de septiembre de 2011, apenas unas horas después de enterarse que su hijo había fallecido luego de diez días de internación, Veronelli había escrito en su Facebook: “El bebé más perfecto, el nene más bueno, el adolescente más alegre, el recuerdo más inolvidable, la impotencia más absoluta, mi amor más sincero. Lo mejor de mi vida.”
Su vida se rompió para siempre. «Se llora todo el tiempo, se lo extraña cada minuto. Confieso que no he ido jamás al cementerio a dejarle flores, porque sería una forma clarísima de aceptar que está muerto, cosa que me niego. No lo veo, sé que está enterrado, todo, pero no voy a firmar ese papel. Es inadmisible», le confesaba a la periodista Tatiana Schapiro en una entrevista para Infobae.
Tres años después de su muerte, en una entrevista para Pronto, explicó cómo hizo para seguir adelante: «Si Carlos hubiese sido mi único, me amasijaba también o me tiraba de algún lado. No tiene sentido la vida después de eso. No me maté porque tengo tres hijos más y no podía provocarles el dolor de perder a un hermano y al padre al mismo tiempo. Y encima dejarlos en la calle. Seguiré trabajando para tratar de darles un porvenir a ellos, hasta que se puedan valer por las suyas. Esa es la razón por la que sigo». Y agregó: «Sigo como a un tipo al que le falta una pierna o un brazo, con un agujero que no se puede tapar con nada. Estuve y estoy con un psicólogo, especialista en duelos. Al mes y pico que murió mi hijo empecé con eso porque no podía vivir rivotrilizado y sin ganas de hacer nada. No soy un tipo que sufrió una desgracia y se acostó a vivir su depresión encima de sus ahorros. Soy un actor que vive al día y tengo que trabajar para vivir».
«Es distinto perder un hijo que perder un hermano. No digo que sea más fácil, es distinto. Primero, el grito es: «¿Por qué a mí?», pero al rato, si uno tiene un poco de cabeza, es: «¿Por qué no a mí si a tantos?». Es como que te chuparon la vida, no hay nada de qué agarrarse, no es que te volaron la casa: «Bueno, construyámosla de vuelta». Esto es como que te sacaron una parte de adentro, es muy raro», contaba en uno de los momentos más conmovedores a Infobae.
También el actor contó qué colegas estuvieron cerca de él en ese momento tan trágico. «Muchas personas que no esperaba. En mitad de mi tristeza, me llamó Susana Giménez, con quien trabajé durante más de diez años escribiéndole los sketches y hasta le gané un auto en un concurso de chistes. Me llamó Antonio Gasalla, con quien no hablé durante años, y Pepito Cibrián. Con ellos dos hice mis primeros trabajos fuertes. Nazarena fue la primera en venir, igual que el Puma Goity. Uno de los momentos más tristes es cuando estás en el velorio, con tu hijo en el cajón y sus amigos llorando, y con el Puma estábamos los dos solitos, mirando la pared. Recibí mucho afecto de las personas que tenían que estar», le dijo a Pronto.
Atilio sacó fuerzas para seguir pero su corazón estaba destrozado y no solo en sentido figurado. En el 2014 atravesó un complejo cuadro cardíaco que implicó la colocación de ocho stents. En el 2022 se descompensó y fue internado en el hospital Eva Perón de Merlo. «Me compensaron y acá sigo dando vueltas. Es lo que los médicos denominan «sobrevida». En 2015 me dieron cuatro o cinco años de vida y ya llevo nueve … No puedo quejarme», le decía a PRONTO en una entrevista en septiembre de 2024.
El actor solía asegurar que la vida es “Este juego en el cual nos han metido, por alguna razón. Y hay que jugarlo lo mejor que se puede”. Cuando Pronto le preguntó cómo lo venía jugando su respuesta fue: «Yo juego. Y no me rindo. Insisto, total, como ya dije, para rendirnos y descansar tenemos la eternidad. Yo prefiero seguir generando risas, cuando puedo, y pensando nuevas ideas para alegrar un poco la extraña vida humana».
Fuente: Pronto